Las Madeleines son esos ricos bizcochitos típicos de la pastelería francesa, un exquisito bocado muy delicado y elegante para servir con el té de la tarde o simplemente tener en casa para acompañar un café.
Marcel Proust, en su obra En Busca del Tiempo Perdido, relata cómo el narrador llega a su casa un día y su madre le sirve una taza de té con estos bizcochitos, los que inmediatamente le trajeron a la mente recuerdos de su infancia. Esto pasó a ser conocido como el «efecto Proustiano». “Ella mandó traer uno de esos pequeños y regordetes bizcochitos denominados «petites madeleines», que parece como si hubieran sido moldeados en la concha estriada de una vieira».
Tras Proust, se hicieron globalmente tan famosas que hace unos pocos años (a pesar de su sencillez en comparación con otros dulces) fueron elegidas por Francia para la celebración de las mejores tartas y galletas de los Estados miembros de la Unión Europea.
Eso sí, su preparación requiere que tengas los moldes de Madeleine, pero si en lugar de estos en forma de concha tienes otros pequeños (hay una amplia oferta de los de silicona en el mercado) te sirven igual. Pero si como yo te gusta hornear es una muy buena compra y podrás sacarles mucho provecho. Además, son tan lindos que siempre son bienvenidos como regalo.
A mí me encanta prepararlos y probar a hacer nuevos sabores agregando o variando ingredientes. En este caso, como me encanta el Mojito y tenía un paquete de Hierbabuena en la casa, se me ocurrió hacer estos de limón y Hierbabuena.
El resultado es un bizcocho de consistencia y sabor súper delicado y especial. La receta da para aprox. 30 Madeleines.